lunes, 29 de octubre de 2012

LOS JJJJJ-PRFFFF-GRINS. Capítulo I.




Los Jjjjj-prffff-Grins son un pueblo amable y pacífico que vive en los bosques de la lejana tierra de Grainxzurricreqt. Por lo general, los Jjjjj-prffff-Grins son muy tranquilos y silenciosos. No suelen interactuar demasiado con ningún animal del bosque, excepto con los osos, con los que han mantenido una amistad puramente pragmática durante miles de años. 


Jjjjj-prffff-Grins son muy bajitos. Tienen la altura de un balón de fútbol. Esta comparación no le agradaría demasiado a un Jjjjj-prffff-Grin, ya que, aunque no saben lo que es el fútbol ni ningún otro deporte, su naturaleza es anti-deportiva. Para un Jjjjj-prffff-Grin, el esfuerzo físico es muy perjudicial, incluso correr. Por eso tienen que apañárselas de formas poco usuales para librarse de sus enemigos: los mapaches. 


Los Jjjjj-prffff-Grins viven en los troncos de los árboles, pues tienen apariencia de corteza de árbol. Son marrones, tienen unos ojos diminutos, y sus piernas y brazos parecen hechas de palo. Cuando a un oso le pica la espalda, siempre acude a un Jjjjj-prffff-Grin y le acerca su hocico a la cara. Éste se despega de su tronco de árbol, se acerca hasta la espalda del animal, y se frota con él, espalda con espalda. Es una imagen muy simpática que suele darse por los bosques de Grainxzurricreqt con una frecuencia casi diaria. 


Los Jjjjj-prffff-Grins tienen que tener mucho cuidado con los mapaches. Éstos son retorcidamente malvados con los Jjjjj-prffff-Grins: les orinan encima siempre que pueden; les mordisquean los brazos y la cara; y a veces hasta los agarran y los arrastran hasta que los tiran por ríos o barrancos. Cuenta la leyenda que en una ocasión un mapache cortejó a una mofeta con el único fin de convencerla para que proyectara sus gases en la cara de un Jjjjj-prffff-Grin. Los mapaches pueden llegar a ser muy retorcidos. 


Los Jjjjj-prffff-Grins han desarrollado con los años la capacidad de llorar a su antojo, siempre que quieran. Sus lágrimas son parte de su mecanismo de camuflaje, ya que lloran savia. Cuando quieren ocultarse de algún mapache hostil que se acerca, se despegan de su tronco de árbol, lloran un poco, y usan sus lágrimas como pegamento para adherir hojas caídas y trozos de corteza de árbol al tronco en el que habitan. Así tapan el hueco que dejan al apartarse del árbol, y los mapaches creen que ahí sigue un Jjjjj-prffff-Grin.


Si un humano escuchase hablar a alguna vez a un Jjjjj-prffff-Grin (cosa que jamás ha sucedido), probablemente pensaría que el suyo es un idioma monótono. ¡Nada más lejos de la realidad! El idioma de estos seres es muy, muy rico en matices. Pero claro, la variedad en su lengua viene del tono, la musicalidad y la intención que se le dé a cada sílaba, pues las palabras en sí poco importan en su lenga. Los Jjjjj-prffff-Grins hablan el Jjjjj-prffff, idioma que tan sólo se habla en Grainxzurricreqt, y que cuenta con numerosos dialectos. 


Además, todos los Jjjjj-prffff-Grins tienen nombres con sonidos como "j" y "prf", combinados de mil formas distintas, jugando con tonalidades y otras variantes. Cuando nace un Jjjjj-prffff-Grin, se le lleva ante el pRfjjjjjj-GRIN, una especie de sacerdote, que otorga al recién llegado un nombre basado en su aspecto. Todos los nombres significan algo relacionado con el entorno que les rodea. Por ejemplo, está el joven JPrrrrrf, cuyo nombre significa "Gorrión de pies de palo", o la anciana JjjJ-PrffprFFF, que podría traducirse como "Cadáver de mapache". Algunos Jjjjj-prffff-Grins nacen siendo ya viejos. 


Cada día, todos los Jjjjj-prffff-Grins (unos sesenta) se reúnen alrededor de un árbol enorme, con un tronco robusto y muy ancho. En su tronco caben todos, y cada tarde, antes del anochecer, se pegan al tronco y se cuentan qué tal ha ido el día. Después, van hasta un claro del bosque, y se van turnando para hacer comedia: algunos cuentas chistes; otros cuentos jocosos. Algunos incluso llevan a cabo pequeñas obras de teatro. Todo en clave de comedia, y cada espectáculo es diferente. Pero no siempre ha sido así. 


Cuando comenzaron  con este hábito (que ya se ha convertido en tradición), hace muchos, muchos años, les gustaba hacer comedia sobre las cosas que les pasaban en el día a día. Solían comentar sus observaciones con la fórmula "¿Os habéis dado cuenta...?", o "¿Os habéis fijado en que...?". Algunos de los habitantes de Grainxzurricreqt llegaron a ser muy populares entre sus gentes, como por ejemplo JjjJ-pRf. JjjJ-pRf era un  Jjjjj-prffff-Grin de mediana edad, de ojos pardos y tez castaña, que arrasaba entre las féminas. Su rutina sobre las diferencias entre el trato recibido por los osos y el recibido por los mapaches causaba furor entre los Jjjjj-prffff-Grinenses. 


Pasaron varios años, en los que este tipo de comedia se destiló cada noche entre los Jjjjj-prffff-Grins. Aparecieron numerosos discípulos de  JjjJ-pRf, que contaban con vis cómica la leyenda del mapache que cortejó a una mofeta sólo para perjudicar a los Jjjjj-prffff-Grins; o las vicisitudes de los Jjjjj-prffff-Grins en edad adulta a los que les habían sido otorgados por el sacerdote nombres que sonaban ridículos. 


Hasta que, un buen día, irrumpió en su pequeña escena (y pequeño escenario) un Jjjjj-prffff-Grin algo extraño que revolucionó su comedia para siempre. Se llamaba Prf-j-prF, y era un anciano que estaba cansado de escuchar historias de osos y mapaches, así que decidió ofrecer una alternativa. Se podría decir que Prf-j-prF era el Chiquito de la Calzada de los Jjjjj-prffff-Grins. Era anciano y enclenque, y se subía al escenario ataviado con una especie de poncho de colores que había tejido el mismo. Además, actuaba haciendo gestos raros, y diciendo mucho "Prf-Grin!, Prf-Grin!", que es un gritito que él mismo se inventó durante su primeraa actuación, y que siguió usando mientras fue parte de la escena. "Prf-Grin!" no significaba nada, pero era muy gracioso oírle decirlo mientras contaba sus chistes. 

Pero la historia de Prf-j-prF es complicada, y es mejor contarla en otro capítulo. 

lunes, 22 de octubre de 2012

¡Puño! (poema homenaje al movimiento 15M)


He aquí un poema breve que escribí durante los primeros meses de la existencia del movimiento 15M. Hace un año que lo leí en un bar muy especial. Aquí está rescatado del recuerdo (aunque cambiado, ya que no recuerdo cómo lo hice y he perdido el "manuscrito" original). ¡Qué bien tener un blog que sirva de contenedor de material viejo!

Somos los hijos bastardos de Oliver Twist
Somos el pus de Bush
Somos la china en el zapato de China
Somos el trozo de mierda en el culo 
del ricachón que sale en las cajas del Monopoly

¡Puño! ¡Puño! ¡Puño!

Somos la Rana Gustavo del capitalismo
Somos muchas cosas y muchos "-ismos"
Somos la aceituna y el hueso
Somos el temor del cardenal con nombre de queso
¡Richelieu! ¡Revolución!

¡Puño! ¡Puño! ¡Puño!

Calcemos esa mesa que tanto cojea
con un diccionario revolucionario
William Wallace luchó a muerte por Escocia
¿No lucharéis vosotros por esta España tan escocía?

¡Puño! ¡Puño! ¡Puño!

Los fascistas tienen el Valle de los Caídos
¿No vamos a tener nosotros ni un triste CHE-menterio?

¡PUÑO!

lunes, 15 de octubre de 2012

Historias tatuadas III: El retorno del Peíto

Sevilla. Agosto. Cuatro de la tarde. Un calor de los que rellenan telediarios. Juan Joya “el Risitas” está sentado en su sillón favorito, en la sala de estar de su casa. En su mano, una foto enmarcada de Antonio Rivero “el Peíto”, compañero de fatigas, compatriota y, sobre todo, cuñado.

- Te esho de menos, Peíto... te esho musho de menos...

El Risitas no puede evitar dejar escapar una lágrima, que cae por su mejilla hasta caer en la imagen del Peíto.
Madrid. Septiembre. Jesús Quintero se encuentra en su oficina, revisando fichas de posibles invitados para su nuevo programa.  

En la mesa, un ordenador portátil. Comienza a navegar por internet. Recuerda sus años en “Ratones Colorados” y teclea el nombre del programa en el buscador de YouTube. Nostalgia.

El primer enlace que aparece corresponde a una especie de entrevista que le hace el Risitas al insigne Pocholo. Juan Joya le pregunta al rubísimo si es homosexual, a lo que el drogainómano contesta “No soy maricón, ¿sabes por qué? Porque no quiero”. Jesús Quintero no puede evitar soltar una lágrima, al tiempo que de sus labios escapan las palabras “Era mejor con el Peíto”. A continuación, Quintero escribe la combinación “chiste risitas” en el buscador de la web de vídeos. Un recuerdo le ha llevado a otro. Nostalgia.

“¿Mejor chiste del Risitas? Sí, éste era”, se dice a sí mismo al ver el primer enlace seleccionado por el buscador. Un chiste contado por Juan a Antonio. Un chiste que más bien parece una anécdota enriquecida. Una especie de relato sobre dos amigos que se encuentran tras largo tiempo sin verse, y se van a comer juntos. A la hora de pagar, ambos quieren correr con los gastos de la comida, y deciden solucionarlo con dos cubos de agua. La mecánica es fácil: los dos meten la cabeza en los cubos de agua, y el que la saque el último paga. “¡Y se ahogaron los dos, cuñao!” son las palabras con las que el Risitas finiquita el chiste. Nostalgia.

Suena el teléfono. Lo coge.     

- Hola, Jesús. Oye, que me dicen los de producción que ya no puedes retrasar lo del invitado de la semana que viene. ¿Lo tienes claro yo?

- Más que claro, diría yo - contesta el periodista del pelo de loco.
Una semana después, el Risitas de nuevo en un plató de televisión, una vez más de la mano del que fuese su descubridor.  

Nervios en los momentos previos a la grabación. El Risitas quiere hablar con Quintero antes de comenzar la entrevista. Una chica de producción le comunica que no es posible, que no puede verlo antes. “Dicen que da mala suerte”, le comenta. “¿Hezúuuuu? ¿Dónde eh-tá Hezúuuuu?”, le contesta el Risitas sin terminar de asimilar lo que le acaban de decir. Los andaluces funcionan raro.

Por fin llega el momento esperado y la chica de producción conduce al Risitas hasta su asiento. Éste se acomoda, sin parar de preguntar por Quintero. “Yo penzaba que iba a ehtar Hezú”, le dice tímidamente a la chica. “Los andaluces funcionáis raro”, le contesta ésta. Al final va a ser verdad.

Las luces se apagan. Se encienden los focos. Se acerca a la mesa del plató una silueta rara. “Hezú”, piensa el Risitas, pero cuando la silueta se convierte en persona Juan ve claramente que no se trata de Quintero, sino de un joven de unos veinte años. El hombre va trajeado y da la sensación de ser muy pulcro. Lleva el pelo engominado. Mucho, como el protagonista de “The Artist” o como un bote de gomina con una peluca pequeña puesta encima. Nostalgia.

“Buenas noches, Juan.”, le dice el imberbe muchacho al veterano contertulio. “Buenah noshe”, le contesta éste. “¿Y Hezú?”.

“Digamos que he tenido que sustituirlo. Yo soy José, y voy a ser el presentador de esta velada”, le contesta, y prosigue: “Oye, Risitas, ¿no echas de menos al Peíto?”. “Uy, er Peíto, claro que lo esho de menos. Musho... musho. Y a Hezú también. Eran mih mehore amigo. Loh mehore que he tenío”. “¿Y no te gustaría reencontrarte con ellos?”, le dice sonriente el presentador de la velada. “Hohtia, claro que zí. Musho. Musho... pero ezo no puede ze”. El Risitas se pone muy triste. Mucho. Parece que se le derrite la cara. Se le deshace de tristeza. Le ha entrado el “blues” del que tanto hablan los bluseros. Nostalgia.

“¿Y si te dijese que esta noche te vas a reencontrar con los dos?”, le dice el aseado ser. Un pensamiento centellea en el cerebro del Risitas: “¿Va a vení er fantasma der Peíto?”. Los andaluces funcionan raro.
“Juan, no te miento: está aquí tu compañero de aventuras, tu aliado, tu pareja en el dominó. Damas y caballeros, demos un fuerte, fuerte aplauso a Antonio Rivero, ¡El Peíto!”

La muchedumbre se deshace en palmadas. Una nube de humo artificial invade el set. Una figura que parece llevar un peinado afro se acerca hasta Juan Joya. Es Jesús Quintero. Lleva un traje de pana marrón, visiblemente viejo.

“Hola, Risitas”, le dice a Juan. “Hezú”, contesta él. “No soy Jesús. Soy yo: Peíto”.

A continuación, Quintero sonríe ampliamente. Sólamente un diente brilla en su repertorio de boca.

“Pero, Hezú, ¿qué ta esho en la boca? ¡Si no tieneh dienteh!”, exclama Juan, muy sorprendido. “¿Te loh hah quitao? ¿Por qué te hah quitado loh dienteh?”.

“No, hombre, no seas burro. ¡Jajajajaja!”, ríe. “¿Cómo voy a hacer semejante disparate? Me he tatuado los dientes. Todos menos uno. Mellados tatuados. I am the Peíto”. Ambos se quedan en silencio durante unos segundos. ¿Nostalgia? Finalmente, Quintero rompe su silencio: “Quería hacerme el peinado del Peíto original, pero no ha sido posible. Parece ser que mi pelo es inalisable”.

“Yo no entiendo por qué Hezú dice que e er Peíto. ¿Tú lo entiendeh, Hozé?”, dice dirigiéndose al pulcro presentador. “Juan, este hombre es Jesús, pero también es el Peíto. Son los dos a la vez. ¿Entiendes? Es tu sueño hecho realidad. Enhorabuena”.

Una sonrisa de dimensiones pantagruélicas se dibuja en el rostro del conductor del espacio. Juan Joya no da crédito. No entiende lo que está experimentando. No asimila bien la existencia de un nuevo Peíto. Ni siquiera sabe si se alegra de ver a Quintero.

Pero José tiene más que decirle al Risitas. “Risitas, eso no es todo. Yo tengo algo que decirte. Algo que contarte. Algo que confesarte. Prepárate para la anagnórisis: Mi nombre completo es José María Martínez-Bordiú y Bassó, XVIII Barón de Gotor, aka Pocholo. Y ahora sí que quiero ser maricón”. El Risitas, serio, sereno, directo, responde: “No ze lo que zignifica aka”.

“¡Hay que celebrar este reencuentro múltiple!”, exclama excitado Quintero-Peíto. “¡Y mi reinserción en la civilización!”, grita Pocholo. “¡Zacarme de aquí!”, vocifera el Risitas, asustado como nunca.

“¡Que traigan tres cubos de agua!”, esputa Quintero. Está pletórico, enérgico, lunático. Parece creerse el conductor de un show de gladiadores en la Antigua Roma. Llega la chica de producción con tres cubos de agua puestos en una carretilla y los coloca sobre la mesa del set. Quintero: “Metamos la cabeza en el agua los tres, y el que la saque antes, le paga a Pocholo la operación de cirujía estética que se ha hecho para aparentar veinte años; la clínica de desintoxicación por la que ha pasado para poder pronunciar como una persona; el corte de pelo en la peluquería de abajo; y el diccionario que le hemos comprado para que aprenda palabras como reinserción o civilización. Iba a pagárselo todo yo, pero me he gastado todos los ahorros en este traje. Lo necesitaba para ser un Peíto decente. ”. Risitas responde: “Hezú, creo que ante ha disho que era maricón”. Los andaluces funcionan raro.

ELIPSIS ABRUPTA

Y se ahogaron los tres.

Fin.



martes, 9 de octubre de 2012

La imperecedera historia de Drogenkopf (Cabeza de Droga)

Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años, nació en la ciudad alemana de Düsseldorf el más bramido, temido y salido de cuantos corsarios han navegado por los siete mares. Sus padres lo llamaron Hans, Hans Grücher, pero pronto se ganó el sobrenombre de Drogenkopf (Cabeza de Droga). 

La bandera de Cabeza de Droga
Y es que Hans ya desde niño gustaba de aliñar su existencia con todo tipo de sustancias líquidas, sólidas y gaseosas que lo elevaban a cielos totalmente desconocidos por el hombre sobrio. Cuando tan sólo contaba siete años de edad, como buen bucanero que estaba llamado a ser, Hans cogió su primera cogorza de ron. A la edad de nueve años viajó hasta Jamaica como polizón, escondido en un barril de pez en la bodega de un barco pirata. Allí descubrió la marihuana. En el viaje de vuelta, cuando el navío estaba lleno hasta la bandera de verdes cogollos y hojas de maría, el joven Cabeza de Droga incendió el barco. Se fumó un barco entero. Así comenzó a forjarse su leyenda. 

"Se fumó un barco entero... sí... estaba escondido en un camarote y... bueno... el dibujo lo deja claro, ¿no?

También fue pronto, a la tierna edad de 15 años, cuando el pequeño Hans descubrió su otra pasión: los culitos de jóvenes bucaneros. Estaba él en su nueva carabela, haciendo un casting para reclutar a la tripulación que lo acompañaría en sus saqueos, cuando vio a joven de sensuales rizos y músculos de dios griego que optaba a contramaestre.

  • ¿Cuáles son sus atributos? – le preguntó Cabeza de Droga al joven aspirante

  • Pues yo, Mein Drogenkopf, - le contestó éste, muy serio – sé dónde está babor, estribor, la proa, la popa, y el sombrero del capitán. 

  • Ah, bien – replicó Cabeza de Droga, que empezaba a mirar al joven con ojos golosones – Y la bala de cañón ésa que está ahí detrás de ti, ¿podrías agacharte y cogérmela? Yo es que tengo el lumbago que se me ha subido a la chepa y no puedo. 

  • Pero, señor, si tiene usted tan sólo quince años – inquirió el joven. 

  • Las chepas no tienen edad – respondió Cabeza de Droga. 

El jovencito se agachó a coger la bala de cañón, y Cabeza de Droga se quedó mirando la rajita que asomaba por su pantalón. Es por esto que desde entonces lo llamó “El Pequeño Cerdito Hucha”. 

"Se agachó y se le vio la hucha"
Así que, desde entonces en adelante, Cabeza de Droga y El Pequeño Cerdito Hucha surcaron juntos Los Siete Mares, ya que éste fue elegido contramaestre, y navegaron ellos dos solos, ya que Cabeza de Droga fue matando uno a uno al resto de la tripulación para poder tener algo de intimidad con el tierno marinero de los rizos sinuosos. 

Un día, cuando el sol se estaba escondiendo en el horizonte y las gaviotas entonaban graznidos de amor, Cabeza de Droga se acercó hasta el timón de su barco, donde estaba El Pequeño Cerdito Hucha peinando sus rizos con gesto despistado. Se arrodilló ante él, sacó un anillo de su bolsillo, se lo mostró, y le dijo:

  • Pequeño Cerdito Hucha, ¿quieres ser el bucanero de mi corazón?

  • ¿Cómo? No entiendo – replicó el joven, reparando en la imagen del viejo lobo de mar agachado ante él.

  • Que si te casas conmigo, bella criatura – contestó Cabeza de Droga, muy seguro de sus palabras. 

  • Hostia, pero… ¿eres gay? No me jodas que he estado navegando con un gay… madre mía, cuando se lo cuente a mi novia – dijo el joven, muy sorprendido.

Cabeza de Droga, muy lentamente, se puso de pie, e intentando ahogar el llanto, con ojos lacrimosos, dijo:

  • Nadie rechaza a Cabeza de Droga. 
Cabeza de Droga desenvainó rápidamente su sable y se lo clavó al Pequeño Cerdito Hucha en el corazón. El pobre cayó por la borda y terminó sus días siendo devorado por sepias. 
"... y terminó sus días siendo devorado por sepias. SÍ."

Moraleja: Si no quieres ser devorado por sepias, jamás rechaces a Cabeza de Droga