jueves, 30 de agosto de 2012

Historias tatuadas I: Hazte rico (asterisco)

- ¿Cómo dice? ¿que mi idea le parece que es de emprendedor? Muchas gracias, señorita. Sí, yo también lo creo.

Aquél tenía que ser el gran día de Manuel. Por fin se había decidido a llamar a las oficinas del Registro de la Propiedad Intelectual para dar de alta su gran idea. 

- No, Manuel. Le he dicho que su idea desprende hedor. Que es mala. Que apesta. 

Las posibilidades de que aquél fuese el gran día de Manuel comenzaron a decrecer. 

- ¿No? ¡Pero si es brillante! Cuando se escribe la contraseña de usuario en cualquier soporte electrónico, ésta aparece en la pantalla. Si hay personas alrededor, podrían ver la contraseña, violando la privacidad del usuario. ¡Eso no puede ser! Hay que cambiar cada dígito por un asterisco. 

- Oiga, pero si todo son asteriscos, todas las contraseñas van a ser iguales. 

- Oiga, ¿me está tomando el pelo? Se verían como asteriscos, pero no lo serían. 

- ¿Entonces qué sentido tiene? 

- ¡Tiene todo el sentido del mundo!

Manuel estaba convencido de que su idea había sido concebida para triunfar. Y no pensaba dar su brazo a torcer. 

- Además, ¿por qué no pueden ver la contraseña las personas de alrededor? Si están alrededor de alguien es porque son conocidos de ese alguien, ¿no? Entonces, ¿qué más da?

- Mire, si no le convence, concérteme una cita en sus oficinas. Defiendo mejor mis ideas en persona. 

                                                                              ***

Una persona tenaz con una idea de emprendedor no es fácil de detener. Máxime si su idea es tachada de apestosa. 

- Buenos días, venía a registrar una idea. Una idea revolucionaria. 

- Adelante. 

- Verá, creo que en las pantallas de introducción de contraseña de ordenadores y soportes similares debería haber más privacidad. Mi idea consiste en sustituir cada dígito tecleado por un asterisco. 

- Continúe - dijo el hombre con tono de interés.

- Asteriscos. Uno por cada dígito. El usuario sabe lo que escribe, pero los que estén en ese momento con él no saben lo que pone. 

- ¿Y si miran sus dedos?

- Por favor... - dijo Manuel con una seguridad que casi dolía - ¿Quién haría tal cosa? Nadie tiene semejante falta de escrúpulos. 

- Sí, quizá tenga razón... De acuerdo, registraremos su idea. Tome, aquí tiene una bolsa de dinero. 

El hombre le entregó a Manuel una bolsa de plástico llena de monedas de un euro. 

- ¿Soy rico ya? - dijo Manuel con una sonrisa brillante como el papel de plata en la playa. 

- Sí, yo diría que sí. 

                                                                             ***

Y pasaron unos años maravillosos. Manuel no tuvo que preocuparse por el dinero durante mucho tiempo. Cada mañana, un muchacho norteamericano de unos doce años de edad le lanzaba a la puerta de su casa una bolsa de dinero desde su bicicleta. ¡Qué tiempo tan feliz! Manuel vivía enamorado de su idea. Era lo mejor que había hecho en su vida. Sus once matrimonios habían fracasado. Diez de ellos durante la primera semana de vida. El restante, durante la luna de miel. Siete de sus ex-mujeres se habían suicidado. De las siete, una de ellas durante la luna de miel. De las cuatro restantes, tres se habían casado con empresarios del negocio de las contraseñas. La restante se había cambiado de sexo, empujada por el fracaso matrimonial. Se había hecho la operación de cambio de sexo durante la luna de miel. 

Así que su idea era la piedra angular de toda su felicidad. Tanto que decidió tatuarse asteriscos por todo el cuerpo. Se los tatuó por la espalda, por el pecho, por las piernas, brazos, manos, colleja, frente, nalgas, plantas de los pies, uñas... por todas partes. Incluso se tatuó uno entre las cejas. Muy de pueblo. Moderno pero rústico. Una mierda. 

Y un buen día recibió la fatídica noticia. El muchacho que le lanzaba las bolsas de dinero le lanzó esta vez la mala nueva, estampada en la primera página de un periódico: "Empresario del negocio de las contraseñas revoluciona el mundo de las contraseñas con el que ya ha sido bautizado como "El nuevo asterisco": el punto negro". 

"¿Cómo?", retumbó en el cerebro de Manuel como un rugido amplificado en una cueva. "¡No puede ser!". Alguien había inventado el punto negro para las contraseñas de soportes electrónicos. El asterisco se había ido a cagar antes incluso de que Manuel pudiese hacer lo propio esa misma mañana. "¿De dónde sacaré el dinero ahora? ¿Qué va a ser de mí? ¿Y qué hago yo ahora con tanto tatuaje de asterisco?". Manuel comenzó a hundirse en la angustia. 

Así que se apresuró a llamar a su agente, que era el tipo al que había conseguido vender-registrar su idea años atrás. 

- Tienes que ayudarme - le dijo desesperado - . No sé qué hacer. 

- Lo siento - le dijo impertérrito su agente-. Se acabó el negocio para ti. Además, ahora represento al inventor del punto negro para las contraseñas. 

- ¿¡Qué!? No... no... no puede ser... no... no, por favor... 

Manuel rompió a llorar. 

- Y, lo siento, porque te va a doler, pero he de decirte quién es. 

Manuel se quedó completamente bloqueado. ¿Quizás sería alguien al que conocía? ¿El marido de alguna de sus ex quizás? ¿Su madre? ¿Su "yo" del futuro? ¿Su madre desde el futuro? ¿Su madre viendo un DVD de "Regreso al Futuro"?

- Es... Joaquín. Joaquín Rebolledo. 

- ¡Noooooooooooooooooo! 

Manuel calló desmallado de angustia. Joaquín rebolledo era su exmujer. La que se había cambiado de sexo. 

No hizo falta que Manuel se suicidara. Sus neuronas lo hicieron por él. No volvió a levantarse. Cuenta las leyenda que todavía hoy se puede ver una silueta humana en el suelo de la que fue su casa. Una sombra llena de asteriscos. La marca de la fatalidad. Los asteriscos que cargó el diablo. El Diablo de la Soberbia. O, como diría Manuel, ** ****** ** ** ********. 

                                                                               ***





martes, 28 de agosto de 2012

Correspondencia Mr. Jonson - Qadeer (1/6)

Cartas entre dos tipos. Algo que hicimos Mr. Julián Gènisson y un servidor en el "Labo de Comedia" hace un par de años, en Madrid. 

Mr. Jonson es un tipo que quiere ser solidario y encuentra por Internet a Qadeer, un joven leproso con el que comienza a cartearse.

Las partes de Mr. Jonson está escritas por Julián Gènisson
Las partes de Qadeer por More MEro

Que lo disfruten en seis cómodas entregas. Ahí va la primera:


 Querido Qadeer,

 No me conoces, pero yo a ti sí: te vi en la web de la ONG. Primero pensé que se les habría derramado un café en la foto, pero luego comprendí que era tu cara. Y que detrás de ese charco de carne había un ser humano. Un ser humano como yo, con pelo, miembros, emociones, inclinaciones. Un hermano, un vecino. Aún no me conoces, pero espero que con el paso del tiempo - ¿eso cómo lo llevas, por cierto? ¿tienes un plazo o algo? - espero que con el paso del tiempo podamos hacernos amigos. Amigos, migas, hacer buenas, desmigajarse, ¡LOL! Y es que la mejor terapia es el humor, siempre lo digo, y me imagino que para la lepra también. El caso es que llevo tiempo buscando una causa con la que comprometerme; supongo que a ti te pasa lo mismo. Pues bien: ¿por qué no cartearme con un leproso? Dicho y hecho: espero que éste sea sólo el primer tanteo de un largo partido amistoso. Creo que podemos llevarnos bien, amigo Qadeer. Yo también sé lo que significa perder algo de uno mismo: varios amigos míos murieron en incendios. Además, por lo que veo tenemos aficiones comunes: yo colecciono cómodas antiguas, tú plagas vintage. ¡LOL! Pero ahora en serio: quiero que me cuentes un poco de ti: lo que piensas, lo que sientes, lo que esperas. Yo soy un arquitecto de treinta y dos años; estoy casado y también vendo camisetas diminutas por Internet. Si tuviera que definirme en una sola palabra, diría que soy tenaz. Ahora que me conoces un poco mejor, déjame hacer un safari en tu mundo. Te dejo ya, y espero saber pronto de ti.


 Un abrazo,


Mr. Jonson


P.D. Espero que sepas leer. También espero que entiendas el significado de palabras como "web", "ONG", LOL", "cómoda", etc. Te adjunto un pequeño glosario por si acaso. ¿Sabes lo que es eso? ¡No, hombre! Un abrazo.


Querido Mr. Jonson:

No puedo sino deshacerme en halagos hacia usted. Me he sentido sinuosamente perplejo al caer en la cuenta de que soy leproso y me caigo a pedazos.

Pero no llore por mí: la cura para mi enfermedad anda cerca. Unos investigadores han descubierto que, ignorando la existencia de los pocos leprosos que quedamos, podrán sentirse mejor y libres de responsabilidades. El Consejo Nacional para el Tratamiento de la Lepra y Otras Enfermedades Afines ha decidido enviarme a una señora mayor para que me rasque la piel con las uñas, a ver si así dejo de quejarme. Yo todos los días me echo un chorro de limón en la piel, porque dicen que si escuece es porque se está curando.

Debo confesarle que últimamente estoy temiendo por mi vida. Voy caminando por la calle y oigo ruidos extraños, como de trozos de piel de pollo cayéndose al suelo. Creo que me está siguiendo la pista un detective privado. O un pollo zombi, no lo sé.

Hablando de zombis, recientemente revisioné “El Amanecer de los Muertos Vivientes”. Sentí nostalgia. Me recordó al campamento de jóvenes leprosos al que fui cuando tenía quince años. Recuerdo muy bien aquella experiencia. Fue como un campamento de Juventudes del PP, sólo que nuestro sentido de la decencia tenía sentido. Y tenía decencia.

¿Recuerda “El Campamento de los Albóndigas”? Bueno, mejor cambiemos de tema. No creo que deba hablar de bolas de carne picada en mi situación. O, mejor aún, creo que voy a despedirme. Lo mejor es que termine esta carta mientras aún me queda mano.

Efervescentemente suyo,

      Qadeer

PD: Tampoco pienso escribir una posdata
PD2: ¡Oh, mierda!


lunes, 20 de agosto de 2012

Mi vida en siete capítulos

I. Capítulo 1: Todo está oscuro. Estoy llorando en una esquina. Nadie se acerca a preguntarme qué me pasa. No me encuentro bien. Hay un charco de vómito a mi lado. Huele muy mal.

II. Capítulo 2: Todo está oscuro. Estoy llorando en una esquina. Nadie se acerca a preguntarme qué me pasa. No me encuentro bien. Tengo mucho frío. Mucho, mucho frío. Me voy a congelar. Hay un charco de vómito a mi lado. Parece calentito. Me siento encima de él. Tengo un poco menos de frío.

III. Capítulo 3: Todo está oscuro, pero parece que vislumbro algo de luz a lo lejos. Aún así, sigo llorando en mi esquina. Se acerca alguien. Es un vagabundo. Porta una vela. Me tiende su mano. ¿Somos amigos?

IV. Capítulo 4: Mi nuevo amigo me sonríe. Tiene los dientes podridos. ¡Uy, qué asco! ¡Fuera de mi vista, inmundicia! Le doy patadas como a una cucaracha hasta que se va corriendo con la mendicidad entre las piernas.

V. Capítulo 5: Todo está oscuro. Estoy llorando en una esquina. Tengo frío. No me queda vómito para calentarme. Me doy cuenta de que algo falla en mi vida. Me da por pensar que quizá debería aprender a vomitar de forma voluntaria. Algo en mi interior dice: “No. Quiérete más, cucaracha de dientes de ortodoncia”. Me pongo en pie. Camino.

VI. Capítulo 6: Veo un poco de luz. Camino hacia ella. Es el vagabundo con la vela. Me dan ganas de matarlo. Me paro a reflexionar. No, mejor no lo mato. Vaya dientes más podridos. Veo otra luz.

VII. Capítulo 7: Comienzo a caminar hacia la nueva luz. Se va haciendo cada vez más grande y más potente. Me ciega un poco, pero sigo caminando y salgo al exterior. Hay mucha gente. Mucha. Aproximadamente el 90% son vagabundos con los dientes podridos. No me gustan. Sonríen mucho. Cierro los ojos. Me concentro. Recapitulo. Analizo todo lo que ha pasado. Vuelvo a abrir los ojos. Ahora muchos de los vagabundos me resultan agradables. Hablo con ellos. Me dan buena conversación. Me parecen interesantes. Nos ayudamos mutuamente. Nos damos calor.

Ya no necesito aprender a vomitar. 

lunes, 13 de agosto de 2012

Belleza

A veces voy caminando por la calle y la gente me para y me pregunta: “More, a ti que te preocupa tanto el tema de la estética, de lo bello, de lo verdadero, … ¿Qué es para ti la belleza?”

Y yo siempre pienso: “Joder... con ésa me has pillado en calzoncillos...”. Pero, tras darle muchas vueltas, creo que tengo claro qué es para mí la belleza.

La belleza es un ventilador hecho de dientes de león.

Lo veo. El artefacto tiene una parte de electrodoméstico, pero también es bonita. Aún así, la clave sigue siendo sus aspas, que son dientes de león. Y, en cuanto lo enciendes, los dientes de león se despeluchan, esparciendo sus semillas “con paracaídas” por toda la habitación.

Renunciar a la utilidad de un ventilador por esa imagen. Eso es la belleza.

Eso y matar cisnes aplastándolos con apisonadoras de color rosa.

sábado, 4 de agosto de 2012

Una de Calendarios

 Vale que las palabras "martes" y "miércoles" empiezan por la misma letra, ¿pero porqué tiene que ser el martes el que se marque con la letra M en el calendario, y el miércoles con la X? A mí no me parece justo, y creo que debería ser al revés: el martes debería representarse con una X, y el miércoles con una M. Lo tengo claro.

¿Con qué firman los analfabetos los documentos? Con una X ¿Con qué símbolo se marca el lugar donde está enterrado el tesoro? Con una X ¿Cómo se denominan a las películas con alto contenido erótico, poca calidad narrativa y tíos deleznables? Películas de Andrés Pajares.

Además, el martes va después del lunes, y “lunes” rima con “atunes”. Esto nos lleva al engorde del atún, que si engordase vacas, se llamaría “El Engorde de la Vaca”. La vaca da leche, la leche da calcio, el calcio es bueno para los huesos, y los huesos se ven estupendamente con Rayos X. Es obvio que el martes debería representarse con una X, ¿no?

Por si esto fuera poco, los martes y 13 son días de mala suerte. Si sumamos las dos cifras del trece, nos da cuatro (1+3=4), y si recitamos el alfabeto desde el final hasta el principio, ¿qué letra queda en cuarto lugar? ¡Exacto! ¡La W!

Es hora de llamar a las cosas por su nombre. Ya no se dice “martes”, se dice “ X”. Bueno, vale, se sigue diciendo “martes”, pero tenía que acabar esta mierda de alguna forma.