lunes, 30 de julio de 2012

El Triángulo Ortográfico de las Bermudas

“Cuidado cuando escribas, muchacho... no vayas a encontrarte con... El Triángulo Ortográfico de las Bermudas”. El muchacho no sabía de lo que aquel hombre le estaba hablando, pero sabía que era algo no demasiado bueno. “Sí... El Triángulo Ortográfico de las Bermudas... has de tener mucho cuidado... ya que los puntos suspensivos suelen ir seguidos los tres... pero a veces... y sólo a veces... esos tres puntos se colocan de forma que parecen un triángulo... y el infierno se desata...”

“Bah, viejo, dame el cuaderno, que quiero empezar a escribir mis memorias”

“¿Tus memorias, dices? ¡Pero si eres un chaval! ¡Tú no puedes escribir tus memorias todavía!”

El niño agarró el cuaderno de las manos del anciano y salió por la puerta de la tienda, haciendo resonar la campanilla que estaba colgada encima de ésta. 

“Ese viejo se va a enterar... que no puedo escribir mis memorias... lo que él no sabe es que las voy a escribir al revés... empezando desde este momento...”. El niño se sentó en la acera, sacó un bolígrafo del bolsillo derecho de su pantalón de pana verde, y abrió el cuaderno. 

“Hoy el vendedor de una tienda me ha estado diciendo paparruchas sobre nosequé de unos puntos suspensivos locos...” 

El chico no sabía qué decir, así que, tras escribir unos puntos suspensivos, se quedó mirando al infinito, antes de decidir cómo seguir su texto. Cuál fue su sorpresa cuando volvió a mirar al cuaderno y vio que los tres puntos suspensivos que había escrito se habían alineado formando un triángulo. 

“El Triángulo Ortográfico de las Bermudas... el viejo tenía razón”, dijo el chico. Una voz detrás de él exclamó “¡Te lo dije, gusano!”. Se trataba del anciano vendedor de la tienda que, enfurecido, empujó al niño, y éste se cayó dentro del triángulo. 

Así es. Literalmente. El cuerpo del niño se encogió hasta el punto que fue del tamaño de un dedal y se coló por el triángulo formado por los tres puntos. El Triángulo Ortográfico de las Bermudas lo engulló para siempre. Pero no sólo el niño físicamente, sino también su alma, su intelecto, su DNI y la palabra “niño”, que tuvo que ser borrada de todos los diccionarios del mundo. 

Qué hijoputa el viejo, ¿eh?

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