viernes, 16 de noviembre de 2012

Los viajes de Créduler. - Capítulo I.


El autor da alguna información de él y de su familia; primeras incitaciones a viajar. Decide coger un avión a Alemania. Se compra el billete. Se le pierde el billete. Lo encuentra. Lo tira a la basura. Se vuelve a su casa. Se compra otro igual. Se va a Alemania.

Hola a todos. Me llamo Muelle Créduler. Me pusieron ese nombre para parodiar el del protagonista de "Los Viajes de Gulliver": Lemuel. Nací a través de la vagina de mi madre y me gustan las patatas con guchuflete. Tengo dos hijas, y las dos son muy feas, pero espero que nunca se enteren. Mi mujer es un espárrago del tamaño de dos espárragos pequeños unidos con un cordel. Por supuesto, estoy haciendo un símil. No es un espárrago de verdad, sino una persona, pero muy delgada y pequeña, como la citada verdura. Cuando sea mayor, espero tener tantos hijos que tenga que darles de comer maíz enriquecido con agua del grifo. A decir verdad, no tengo claro que el espárrago sea una verdura. El maíz sí, ¿verdad? Creo que sí. El maíz sí. 

Ésta es mi historia.

La crisis empezó a azotar nuestra economía mucho más de lo que ya la venía azotando, así que un día decidí viajar. Encendí la televisión, y la aplastante cantidad de noticias de dudoso optimismo con las que los informativos gustaban de obsequiarnos se abalanzó sobre mí como un oso hormiguero se abalanza sobre su presa. De pronto me desmayé, y soñé que me convertía en la imagen de una marca de salchichas frankfurt con sabor a paella. Es por esto que decidí coger un avión a Alemania.

Así pues, compré el billete. Se me perdió el billete. Lo encontré. Lo tiré a la basura. Me volví a mi casa. Me compré otro igual. Me fui a Alemania.

Por extraño que parezca, al llegar a tierra, me di cuenta de que todo era rosa. No quiero decir con esto que hubiese un ambiente orientado hacia la práctica del periodismo del corazón, no. Quiero decir que la terminal era rosa, las personas eran rosa, el cielo era rosa, las panteras eran rosa... Todo era tan rosa que estaba seguro de que, por algún error o infortunio, había llegado no a Alemania, sino a algún país hecho de algodón de azúcar. Es por esto que empecé a chuparlo todo con tanto ahínco que me salieron sarpullidos en la lengua. Me la peiné correctamente y empecé a preguntar a todo el mundo qué pasaba...

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