lunes, 19 de noviembre de 2012

Los viajes de Créduler. Capítulo II.


El autor, desconocedor del lugar en el que se encuentra, tropieza con un desconocido y le pregunta, descubriendo así información inútil. El autor pregunta a una niña y descubre información útil. 

Hallándome inmerso en este mundo de color de rosa acerté a preguntarle a un transeúnte que transeuntaba por la calle. De repente, y sin yo mediar palabra, fue el hombre el que comenzó a hablar conmigo.

- ¿Dónde estamos? - preguntó el caballero.

- ¡Qué casualidad! - exclamé yo.

- ¿Por qué? ¿Acaso usted se llama “dónde estamos”? – replicó él.

- No, no. Me llamo Muelle. Muelle Créduler. La casualidad viene realmente de que yo estaba a punto de preguntarle lo mismo que me ha preguntado usted- respondí yo.

- Adelante, pregúntemelo entonces. No se corte, caballero. – dijo él.

- De acuerdo, pues. ¿Dónde estamos? - dije yo.

- ¡Diantres, qué casualidad! ¡Si eso es justo lo que yo le he preguntado!

La conversación se alargó durante unos cuantos minutos. Al final congenianos bastante bien, e intercambiamos los números de teléfono. También nos dimos los "facebooks". Al despedirnos me di cuenta de que se me había olvidado preguntarle cómo podía enterarme de dónde estábamos. Supongo que él tampoco lo sabía. 

Resolví preguntarle a una niña que pasaba por ahí, la cual me dijo que nos encontrábamos en el interior de un señor español que estaba buscando trabajo en Alemania. "Se lleva mucho últimamente", le comenté a la pequeña, la cual se encogió de hombros y siguió caminando. 

Pero yo tenía mucha curiosidad por averiguar qué tipo de seres habitarían aquel lugar. Irse a Alemania... buscar trabajo... Facebook... conceptos que retumbaban en mi cabeza sin demasiado sentido... qué extraño vals bailaba mi mente con las circunstancias del momento...

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