martes, 28 de mayo de 2013

Los McClane de McClane (1/4)

*Contiene spoilers*

(lo que comenzó como un análisis de la actual situación jungladecristalera derivó en un pitch para “Die Hard 6”. ESPEREMOS QUE NO SEA DEMASIADO TARDE, aunque los rumores de que la última entrega ever ya tiene guionista oficial están ya rulando por la red de redes)

Vale, sí, la última de “Jungla de cristal” ha sido una castaña. UN CASTAÑAZO. Pero la vida sigue. De todos modos, después de “Live Free or Die Hard” (infamemente llamada “La jungla 4.0” por estas tierras), lo inteligente era no tener las expectativas muy altas con respecto al siguiente instalment de nuestra amada franquicia.

Y la noticia ha sido confirmada por el propio Willis: habrá sexta parte. ¿Es pasarse? Yo diría que sí. Con las tres primeras, la saga estaba más que bien. No era necesario continuar. Pero, ya que van a hacerlo, joder... ¡hay que asegurarse de que la historia mola!

Creo que es imperativo aceptar un dato: el estilo de la trilogía original se fue al garete. El director de la primera y la tercera (las que son “las buenas”, a mi parecer y al de la mayoría de los críticos y fans de las aventuras del poli de Nueva York), John McTiernan, se encuentra preso por unas escuchas ilegales en las que se vio envuelto hace unos años. Las últimas dos entregas estaban realizadas con un estilo bastante alejado del original, con pretensiones semi-ambiciosas a nivel de guión, pero con pobres resultados en general. Hay que hacer algo. Los que amamos “Die Hard” y “Die Hard: With a Vengeance” no podemos quedarnos de brazos cruzados. Somos los McClane de McClane. Nos vemos envueltos en una situación que no elegimos, pero de la que no podemos escapar. Quizá porque NO QUEREMOS escapar. Queremos hacer algo al respecto.

El guión tiene que ser bueno. Y PUNTO. Si a Willis no le preocupa, a nosotros sí. Hay que ir a por ese mercenario. ¿Que si queremos más a McClane que a Willis? La duda ofende. Pero, por suerte o por desgracia, no puedes tener al personaje sin la persona. Mini-punto para Bruce. Aún así, me he propuesto escribir una línea argumental (escribiría el guión entero, pero estoy muy liado y, total, no soy nadie. Y no creo que Bruce lea guiones de un “no soy nadie”) digna de la saga. Joder, Y QUE LLEGUE A BRUCE. Vale, me estoy contradiciendo. Lo que he escrito entre paréntesis choca irremediablemente con lo que he escrito en mayúsculas. Pero, eh, si no me puedo contradecir, ¿qué hago? ¿Me salgo de la raza humana, o qué?

Continuará...

lunes, 17 de diciembre de 2012

Érase una vez en Murcia.


- Hola, ¿Juan Tarambana?

- Sí, soy yo.

- Hola, te llamo de la revista "BullFrog Magazine". Mis jefes han escuchado tu canción “El baile del gusarape”, y están interesados en que te haga una entrevista.

- Ah, bien.

- Tenemos que fijar una fecha para realizarla, y hay que tener claro qué temas vamos a tocar para que me prepare bien las preguntas. Yo he pensado que, ya que eres una figura de la farándula murciana, podríamos hablar de los puntos culturales más fuertes de la región.

- Sí, claro, claro. Bien, bien.

- Se me había ocurrido que podríamos hablar del Festival de Jazz de San Javier.

- Acho, no sé, no sé yo, ¿eh?.

- ¿Cómo?

- Pueh que no, que no lo veo. .

- Bueno, no sé... es que, verás, como he visto que en tu tema “El baile del gusarape” quieres lanzar a España el mensaje de ser murciano no significa ser paleto, pues yo he pensado que estaría bien dar a conocer el Festival de San Javier. Es un evento cultural importante, muy bien organizado, y que se preocupa de dar a conocer figuras importantísimas del jazz. Por él han pasado artistas de la talla de Béla Fleck, Chick Corea, Dave Weckl, ...

- No sé, no sé. Mejor hablar de otra cosa.

- Eh, bueno, pues entonces podríamos hablar de La Mar de Músicas, otro festival muy bueno que se hace en Cartagena cada año, y...

- No, tío, no lo veo. Mejor hablar de paparajoteh.

- Eh, bueno, sí, también podríamos hablar de gastronomía, de algún que otro restaurante con buena comida típica, algún mesón interesante...

- Acho, con hablar de loh paparajoteh ya ehtá bien.

- No sé, quizás...

- Mira, si vamoh a hablar de Mursia, tenemoh que hablar de paparajoteh y de la güertica.

- Ya, bueno...

- ¿Quiereh hablar de música? Pueh hablamoh de la cansión “Mi güertica mursiana”, que habla de la güertica, y ya ehtá.

- Sí, si podríamos hablar de lo importante que es la huerta murciana, que abastece a gran cantidad de ciudades por toda Europa, y...

- Acho, ¿qué Europa? ¿Qué diseh? Tío, tenemoh que hablar de lah cosah que le interesan a la gente.

- Bueno, pues eso, hablar de cosas murcianas que puedan interesar. ¡Ya sé! La Filmoteca Francisco Rabal. Ponen unos ciclos de lo más interesante, y...

- Acho, ¿pero ponen paparajoteh en mitá de lah películah, o qué?

- Pues no sé... no creo... Pero, oye, que en cuestión de cine y literatura la Región de Murcia tiene mucho que ofrecer, la verdad. ¡Y en cómic! Genial la sección de cómics de la Biblioteca Regional. Por cierto, que hay un dibujante de cómics murciano trabajando para Marvel, muy bueno. Yo creo está muy bien para mencionarlo en la entrevista, ¿no?, y para que se enteren fuera.

- No sé, no sé...

- Pues a mí me parece genial. De hecho, lo conocí cuando todavía vivía en Murcia, y el tío se lo curra muchísimo.

- ¡Acho! ¿Eh que hah vivío en Mursia?

- Sí, claro. Soy de allí, de hecho.

-Acho, ¿qué diseh? ¿Y el asento?

-Me lo quité hace años, cuando todavía vivía allí.

- Acho, ¿ehtah de la olla, o qué? ¿Eh que no te guhta Mursia? ¿No la amah como si no hubiese un mañana?

- Bueno, quitarme el acento fue una decisión personal que poco o nada tiene que ver con amar o dejar de amar Murcia. Nací allí como podría haber nacido en Helsinki, en Andorra, o en Quito.

- Acho, pero el mursiano también hay que reivindicarlo, ¿no? ¿Por qué negarlo?

- ¡No! Si no es negarlo, para nada. De hecho, creo que sería interesantísimo abordar el tema del panocho y de la proveniencia del murciano: etimología de vocabulario específico, usos, historia del acento, ...

- Acho, se te va la pinsa. Con que digamoh mucho “acho” y “pijo” en la entrevihta, sobra.

- Eh...

- Acho, a to´ ehto, la entrevihta la haremoh disfrasaoh de güertanoh, ¿no?

- Eh... pues yo había pensado hacerla, bueno... ya sabes, vestidos con ropa de calle, y...

- ¡Ya sé! Podemoh hasé la entrevihta dihfrasaoh de güertanoh, y dihfrasando también el micrófono de güertano.

-Eh..., no sé...

- Y también poniéndonoh sombreroh con forma de güertanoh, ahí con sus trajesicoh güenoh.

- Pues no sé yo si...

- Acho, y hablamoh de paparajoteh, sí, tío, que eh lo importante, acho. Yo esah cosah que diseh tú no lah veo.

- Bueno, es que yo no te he dicho que no hablemos de eso, si no que profundicemos un poco más, porque si no, sinceramente, me parece normal que se nos vea como gañanes fuera de Murcia, y...

- ¡ACHOOOOOOOOOOOO! ¿Qué leh vah a dar la rasón a loh que disen que somoh unoh palurdoh?

- A ver: lo que te quiero decir es que si queremos defender Murcia, lo último que tenemos que hacer es continuar alimentando el estereotipo del paleto murciano, porque si seguimos hablando sólo de la huerta y de los paparajotes de una forma tan simplista y burda...

- Acho, mira que no querer hablar de paparajoteh...

- Uf... esto se está volviendo demasiado surrealista, incluso para mí. Mira, lo vamos a dejar. Ya veré qué les digo a mis jefes, ¿vale?

- Vale, sí, mejor, porque si no vamoh a hablar de pataticah con ajo mejor ni hablar.

- Sí, eh... digamos que sí, que estoy de acuerdo con eso último. Por cierto, antes de colgar, una pregunta: ¿Es que en Murcia ahora se sesea? Porque no has parado de hacerlo, y me choca mucho.

- Acho, es una inisiativa que ehtoy empesando yo. Eh que hay que evolusionar, tío.

- Eh... sí, claro. Hay que evolucionar. Estoy de acuerdo. Hasta luego.

- ¡No se dise "hahta luego"! ¡Se dise “ACHOOOOOO”!






miércoles, 12 de diciembre de 2012

El asesino era el felpudo (publicado en el blog "La Mansión de Denny")

Texto publicado en el blog "La Mansión de Denny", del cómico Denny Horror: http://dennyhorror.wordpress.com/2012/12/12/el-asesino-era-el-felpudo-by-more-mero/

En la Mansión de Denny las cosas no son como en el resto de mansiones. En la penthouse delcomediante gallego, el asesino no es el mayordomo. Es el felpudo.

“¿El mayordomo? No, eso es una mariconada”, esputó Denny de buena mañana aquel domingo, enfundado en su bata granate, muy a lo Hugh Hefner. “En mi casa el asesino va a ser el felpudo. He leído que hay felpudos diseñados para matar, y quiero uno.”, prosiguió. “¿Es que no confía en mí, señor?”, quiso saber su mayordomo. “No, Rudolf, es evidente que no”, contestó Denny, implacable.

Así que se compró un felpudo inteligente. Se trataba de un gadget muy inusual, tremendamente difícil de encontrar, ya que casi nadie sabía (ni sabe) de su existencia. “Espías & Graznas” se llamaba la tienda donde lo adquirió. “Su inteligencia artificial es asombrosa, señor. Ya verá cuando lleguen visitas desagradables a su casa. En cuanto abra usted la puerta y diga unas palabras para recibir al visitante en cuestión, WELCOME TO HELL (ése era el nombre del modelo) sabrá automáticamente si ha de acabar con la vida de ese individuo o no. Éste sistema puede discernir entre un tono de voz receptivo y uno hostil, independientemente de las palabras que se digan”.

Denny parecía cada vez más interesado en el producto. “Pruebe, pruebe.” – continuó el dependiente de la tienda -  “Me pongo el felpudo bajo los pies, y usted me dice algo. Dígame unas palabras amenazadoras, algo como NO ME GUSTA SU MALDITO FELPUDO, o algo así, pero dígamelas en un tono amable, entrañable, ¿de acuerdo? Verá cómo el felpudo no me mata en absoluto. Le aseguro que no querrá marcharse de aquí sin su WELCOME TO HELL.

A Denny le salió en ese momento una sonrisilla de medio lado de lo más pillastre. Tomó aire, levantó ligeramente la barbilla, se inclinó hacia el vendedor y, muy serio, con el ceño fruncido, le susurró con una voz tan negra como el sobaco de una gárgola del infierno: “Pablito clavó un clavito”.

“¡Argh! ¡Maldito seas, cliente desconocido!”, alcanzó a gritar el comerciante, mientras la muerte le subía por las piernas. Al escuchar la amenazadora voz oculta tras aquellas vacuas palabras, el letal artefacto se había accionado. “El felpudo tiene… tiene unos pinchos diminutos, cargados de veneno, que se accionan con las palabras insufladas de odio de su dueño, aunque éste diga PABLITO CLAVÓ UN CLAVITO”, dijo agonizando el vendedor, con Lady Guadaña arañándole el corazón. “Me lo llevó”, contestó un impertérrito Denny, y empujó al vendedor, que se desplomó contra el frío suelo. Denny introdujo el producto en el interior de su mochila de pinchos y se marchó de la tienda regalando un “Yeah” de desdén hacia el moribundo que yacía tendido sobre las baldosas del local.

- ¿Pero qué es esta mierda?

¿Cómo? No entiendo.

- Esta mierda de un felpudo que mata. ¿Qué coño es eso? Esto es una chorrada.

¿Quién habla?

- Soy un lector, ¿vale? Por desgracia, claro. Estaba ojeando el blog de Denny Horror, y me he encontrado esto. Maldita la hora…

¡Eh! ¿Y no te gusta?

- ¡No! Claro que no. El blog no está mal, pero esto… ¿qué coño es esto?

A ver, Denny me ha invitado a escribirle algo, y le he escrito esto. Bueno, no sé… Respeto que no te guste, pero oye, que el título estaba bastante claro, ¿no? Ya sabías dónde te estabas metiendo.

- Bah, qué va, tío. Nada, eso no es excusa. El título era atractivo. Me indujo a leer. Me engañaste, mierdas.

No me gusta que te comportes así en la Mansión de Denny. Eres un maleducado. No sigas por ahí.

- ¡Ja, ja, ja! “No sigas por ahí”, dice. Qué pringao…

¿Cómo te llamas, hijo?

- Pablito. Me llamo Pablito.

¡Ja, ja! Pablito. Vaya nombre de idiota.

- ¡Eh!

¡Ah! ¡Ya sé! Te has ofendido por lo de “Pablito clavó un clavito”, ¿eh? No porque el texto no mole.

- No. Me he molestado porque el texto no hay por dónde cogerlo.

No. Lo siento. Yo tengo razón, y tú no. Y, por molestar, vas a ser la siguiente víctima del felpudo.

- ¿¡Cómo!? Pero eso… eso… ¡eso no tiene lógica!

¿Cómo que no? ¿Nunca has oído hablar de la lógica interna de una pieza de ficción?

- No.

Pues cállate y muere.

- Jo…

Al día siguiente de comprar su nuevo juguetito, Denny se encontraba en casa, aburrido. Su mansión es grande, y en ella cabe mucha anodinia. El destino quiso que le llegase a su bandeja de entrada de correo electrónico un mensaje de un tal Pablito. Parecía un fan. “Me gusta mucho tu blog”, comentaba el susodicho en el correo. “En especial el texto del felpudo”, decía a continuación. “¿Puedo pasar esta noche por tu mansión?”, inquiría el fan al final del escrito. “Faltaría más”, le contestó el futuro anfitrión de la velada. “Ven a las 21h. Y trae una buena botella de vino.”, le escribió por último, y se retiró a sus aposentos a prepararse para recibir a su primer pre-cadáver felpudístico oficial.

Y a las nueve en punto sonó el timbre de la puerta. Denny se dispuso a caminar hacia la puerta. “¿Quiere que abra yo, señor?”, quiso saber su mayordomo. “No, hostia”, contestó el gallego, visiblemente molesto. “Además, ¿tú no estabas despedido?”, preguntó. “No, señor, que yo sepa no. Me gustaría seguir trabajando para usted. Me gusta mucho su chiste del retrasado luchando contra un hipopótamo en una plaza de toros. Me recuerda mucho a mí película favorita: GLADIATOR”. “¡Ja, ja! Sí… ése es bueno”, dijo Denny, con una amplia sonrisa. “Pero, ¿sabés qué, Rudolf?”, prosiguió, cambiando su expresión a una de disgusto. “Hay dos cosas que me rompen el culo: una el papel higiénico del MERCADONA, y la otra son los chantajistas emocionales. No intentes jugar con los sentimientos de este Cómico da Morte. Estás despedido, Rudolf. Ahora vete. ¡Ah! Y acuérdate de venir mañana a por tus cosas. Cuando vengas, asegúrate de colocarte bien sobre el felpudo cuando llames a la puerta, ¿eh, Rudolf? Y trae una buena botella de vino”.

Volvió a sonar el timbre de la puerta, y Denny comenzó a caminar hacia ella, mientras Rudolf se dirigía a la puerta de atrás, entre sollozos. Denny abrió la puerta principal.

“Hola. ¿Denny? Soy Pablito”. “¿Pablito? ¿El de PABLITO CLAVÓ UN CLAVITO?, contestó el anfitrión, con una voz cínica y con tintes de desprecio, elevando ligeramente su labio superior, como si se tratase de un ídem leporino.

Y Pablito comenzó a morir. A morir lenta y angustiosamente. Una muerte indigna para un ser indigno.

- Bueno, ya vale, ¿no? No hace falta recrearse tanto.

Te jodes. No haber interrumpido mi prosa.

Y así termina la historia de cómo Denny colocó un felpudo especial en su vida. El felpudo para las visitas no deseadas. El felpudo letal. El felpudo de la Mansión de Denny.

FIN

NOTA: y así, después de semanas de sequía -bueno, sí, intentaremos enmendarnos, jo- vuelve la Mansión con la primera colaboración especial. Y quién mejor que More MEro para inaugurar esta sección! Es ideal porque: 1- More MEro es amigo mío y me debe algún favor; 2- porque More MEro no tiene nada mejor que hacer y se aburre mucho y 3- (y más importante) porque More MEro es, a ratos, mi cómico favorito (una posición de dudoso honor que varía según mi estado de ánimo, pero MM siempre está en mi top-5). Es brillante, original y arriesgado. Vamos, que reúne todas las papeletas para comerse una mierda en el panorama hispano. Pero si aguanta las hambrunas y los dioses le son propicios, no me cabe duda de que alcanzará las metas que le vengan en gana. Y algún día podré decir a mis compañeros de asilo con orgullo que, una fría noche de invierno, le di cobijo en mi Mansión. No dejen de seguirle en su twitter, su blog, y, con suerte, pueden encuentrarle actuando en algún sótano putrefacto para cuatro alcohólicos malolientes (seguramente yo sea uno de ellos, así que acérquense a saludarme).

lunes, 26 de noviembre de 2012

La Roca II


Año 2.096. 
La humanidad se ha ido a la mierda. Mucho más incluso de lo que parecía que se iba a ir. Nelson Fawkes (si es que ése es su verdadero nombre) ha conseguido manipular a millones de personas gracias a unos mensajes motivacionales holográficos que ha esparcido por todo el planeta. Internet se ha estado implantando en el cerebro desde el año 2.043, y está terminantemente prohibido, bajo pena de muerte, no tener un perfil en Facebook.
La inmortalidad es posible, y su industria mueve miles de millones de dólares, que es la moneda única. Fawkes se ha hecho con el monopolio del sector.
Las estrellas de cine ya no existen. Todas las películas son de animación. La religión está muy mal vista en casi todos los países del planeta. Fawkes, a través de sus mensajes subliminales ocultos tras hologramas de fotos de flores con citas de Einstein y de Emerson, ha conseguido que los habitantes del Planeta Tierra cambien sus ídolos espirituales por el deseo de la inmortalidad que el magnate les vende; una inmortalidad que ahora pueden comprar, y no desear por medio de la religión, o con sus ganas de tocar a un famoso.
Pero hay alguien que parece dispuesto a impedírselo.
Ese alguien viste de blanco, tiene una voluntad de acero, y es lo más parecido a un superhéroe de cómic que jamás ha existido en nuestro mundo: el Papa. 
Es por esto que Fawkes, en un homenaje involuntario a la película "La Roca", y justo cien años después del estreno de ésta, ha encerrado al Papa en la Cárcel de Alcatraz: la Roca.
Esto no le gusta al Papa, y está dispuesto a hacer algo al respecto.
Así que Benedicto XXI se atusa el pelo, se calza la mitra, y consigue escapar de la Roca. La primera persona que lo consigue. Pero porque hace trampa. Su trampa es ser el Papa. Ser el Papa es hacer trampa, en cualquier situación o ámbito. Ser el representante de Dios en la Tierra es hacer trampa.
Benedicto consigue llegar hasta Fawkes y matarlo de un puñetazo en la nuez. "¿Sabías que la nuez es un trozo de manzana del Pecado Original, de cuando Adán mordió la Fruta Prohibida y se le quedó para siempre en la garganta?", le dice el religioso al neo-dictador, mientras éste muere, sin entender eso último que ha escuchado. El Papa puede hacer referencias a las Sagradas Escrituras. Eso no es hacer trampa.
Y así es como el Papa Benedicto XXI se hizo con el monopolio de la inmortalidad en el año 2.096. Y los lelos cayeron en la trampa durante cientos de años. 

"Cuidado con la inmortalidad, que la carga el Diablo", reza el epitafio de Benedicto XXI. 


Eso SÍ es hacer trampa. Y de la gorda. 

Hijoputa tramposo. 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Los viajes de Créduler. Capítulo II.


El autor, desconocedor del lugar en el que se encuentra, tropieza con un desconocido y le pregunta, descubriendo así información inútil. El autor pregunta a una niña y descubre información útil. 

Hallándome inmerso en este mundo de color de rosa acerté a preguntarle a un transeúnte que transeuntaba por la calle. De repente, y sin yo mediar palabra, fue el hombre el que comenzó a hablar conmigo.

- ¿Dónde estamos? - preguntó el caballero.

- ¡Qué casualidad! - exclamé yo.

- ¿Por qué? ¿Acaso usted se llama “dónde estamos”? – replicó él.

- No, no. Me llamo Muelle. Muelle Créduler. La casualidad viene realmente de que yo estaba a punto de preguntarle lo mismo que me ha preguntado usted- respondí yo.

- Adelante, pregúntemelo entonces. No se corte, caballero. – dijo él.

- De acuerdo, pues. ¿Dónde estamos? - dije yo.

- ¡Diantres, qué casualidad! ¡Si eso es justo lo que yo le he preguntado!

La conversación se alargó durante unos cuantos minutos. Al final congenianos bastante bien, e intercambiamos los números de teléfono. También nos dimos los "facebooks". Al despedirnos me di cuenta de que se me había olvidado preguntarle cómo podía enterarme de dónde estábamos. Supongo que él tampoco lo sabía. 

Resolví preguntarle a una niña que pasaba por ahí, la cual me dijo que nos encontrábamos en el interior de un señor español que estaba buscando trabajo en Alemania. "Se lleva mucho últimamente", le comenté a la pequeña, la cual se encogió de hombros y siguió caminando. 

Pero yo tenía mucha curiosidad por averiguar qué tipo de seres habitarían aquel lugar. Irse a Alemania... buscar trabajo... Facebook... conceptos que retumbaban en mi cabeza sin demasiado sentido... qué extraño vals bailaba mi mente con las circunstancias del momento...

viernes, 16 de noviembre de 2012

Los viajes de Créduler. - Capítulo I.


El autor da alguna información de él y de su familia; primeras incitaciones a viajar. Decide coger un avión a Alemania. Se compra el billete. Se le pierde el billete. Lo encuentra. Lo tira a la basura. Se vuelve a su casa. Se compra otro igual. Se va a Alemania.

Hola a todos. Me llamo Muelle Créduler. Me pusieron ese nombre para parodiar el del protagonista de "Los Viajes de Gulliver": Lemuel. Nací a través de la vagina de mi madre y me gustan las patatas con guchuflete. Tengo dos hijas, y las dos son muy feas, pero espero que nunca se enteren. Mi mujer es un espárrago del tamaño de dos espárragos pequeños unidos con un cordel. Por supuesto, estoy haciendo un símil. No es un espárrago de verdad, sino una persona, pero muy delgada y pequeña, como la citada verdura. Cuando sea mayor, espero tener tantos hijos que tenga que darles de comer maíz enriquecido con agua del grifo. A decir verdad, no tengo claro que el espárrago sea una verdura. El maíz sí, ¿verdad? Creo que sí. El maíz sí. 

Ésta es mi historia.

La crisis empezó a azotar nuestra economía mucho más de lo que ya la venía azotando, así que un día decidí viajar. Encendí la televisión, y la aplastante cantidad de noticias de dudoso optimismo con las que los informativos gustaban de obsequiarnos se abalanzó sobre mí como un oso hormiguero se abalanza sobre su presa. De pronto me desmayé, y soñé que me convertía en la imagen de una marca de salchichas frankfurt con sabor a paella. Es por esto que decidí coger un avión a Alemania.

Así pues, compré el billete. Se me perdió el billete. Lo encontré. Lo tiré a la basura. Me volví a mi casa. Me compré otro igual. Me fui a Alemania.

Por extraño que parezca, al llegar a tierra, me di cuenta de que todo era rosa. No quiero decir con esto que hubiese un ambiente orientado hacia la práctica del periodismo del corazón, no. Quiero decir que la terminal era rosa, las personas eran rosa, el cielo era rosa, las panteras eran rosa... Todo era tan rosa que estaba seguro de que, por algún error o infortunio, había llegado no a Alemania, sino a algún país hecho de algodón de azúcar. Es por esto que empecé a chuparlo todo con tanto ahínco que me salieron sarpullidos en la lengua. Me la peiné correctamente y empecé a preguntar a todo el mundo qué pasaba...

martes, 6 de noviembre de 2012

La imperecedera historia de Drogenkopf (Cabeza de Droga). Parte II. Capítulo I.


Cabeza de Droga se dedicó a navegar sin cesar para olvidar a su amado, el Pequeño Cerdito Hucha. A navegar sin rumbo, sin destino, hacia el horizonte, con el único objetivo de borrar de su memoria el desagradable episodio de la funesta pedida de mano que había condenado al joven a ser devorado por sepias.  

Al séptimo día del séptimo mes del séptimo año de estar navegando por aguas turbulentas, Cabeza de Droga sintió una punzada extraña en una parte del cerebro que ni siquiera sabía que tenía. Un presentimiento le hizo virar durante siete segundos y seguir en ese ritmo durante unos días, sin pestañear, sin dormir, sin comer ni beber. Y al séptimo día, descansó. 

Se despertó por la mañana, con los primeros rayos del alba penetrando su mundo. Había neblina, una neblina espesa, como de algodón de azúcar, pero de mal rollo. Una neblina de algodón de azúcar demoníaco, como cocinado en el infierno. Pero con sabor, con glamour, como hecho por Ferrán Adrià. Pero un Ferrán Adrià del infierno. Como el demonio. Un demonio calvo y pedante. 

Tambaleándose a causa del oleaje, Hans fue hasta la proa de su navío. Al llegar a su destino, se dispuso a dar rienda suelta a su micción, agarrando su miembro y sacándolo fuera de su pantalón. Pero algo terrible ocurrió. La neblina de Ferrán Adrià se abrió y dio paso a una figura fantasmal que se acercó a Cabeza de Droga hasta que casi le acarició el aliento. 

-¿Qui… qui… quién es usted? – Alcanzó a balbucear Drogenkopf, muy asustado, a lo que el fantasma contestó sin titubear:

-Cállate, que te voy a agarrar el prepucio. 

En un súbito momento, la misteriosa ánima agarró el miembro viril de Cabeza de Droga, y la oscuridad de la noche engulló a nuestro protagonista entre gritos de horror y angustiosos llantos por la pérdida de su apéndice favorito. 

Siete años pasaron. Siete años más, con sus días, sus noches, sus amaneceres, sus atardeceres, sus siestas, sus madrugadas, y sus cambios de hora de “a las dos serán las tres” y “a las tres serán las dos” cada dos por tres y cada tres por dos. Siete años en los que nadie supo nada de Drogenkopf. Literalmente, se lo tragó la noche. 

Y al séptimo día del séptimo mes del séptimo año, exactamente siete mil años antes de que se inventara el 7Up, en medio del mar, de la nada, comenzó a dibujarse una figura robusta, barbuda, con algo de chepa, que fue subiendo y subiendo hasta dar con la superficie, explotando en un maremágnum de espuma de mar y homosexualidad estilo siglo XIII. 

Cabeza de Droga estaba de vuelta. Regresaba al puerto que le vio marchar catorce años atrás, cuanto era tan sólo un quinceañero imberbe. Despacio, fue caminando sobre las aguas, rumbo a su taberna favorita del puerto, para disfrutar del mejor ron de la comarca. Lo añoraba. Lo añoraba profundamente. 

“¡Eh, mirad, es Jesucristo! ¡Ha vuelto!”, exclamaban algunos. “¡No es Jesucristo, es otra cosa! ¡Tiene chepa!”, gritaban otros."¡Jesucristo con chepa!¡Necesitaremos crucifijos nuevos!", gritó el más avispado. “Es… es… Cabeza de Droga”, afirmó finalmente un marinero asustado, al darse cuenta de quién se aproximaba hacia ellos. 

Pero Cabeza de Droga no reparó en nadie. Pisó tierra y fue caminando sin titubear lo más mínimo hacia la taberna. Entró, se sentó y pidió una botella de ron al tabernero.

Tres botellas de ron después, Cabeza de Droga comenzó a sentirse algo mejor, pero la profunda pena que amarraba su corazón a los negros abismos de la soledad seguía latente. Traía consigo un secreto que no quería revelar a nadie. 

“Oye, Cabeza de Droga”- le dijo el tabernero - “tienes pinta de traer contigo un secreto que no quieres revelar a nadie”. 

Antes de que el hombre tuviese oportunidad de cerrar la boca al terminar de decir esa frase, Cabeza de Droga le metió el puño hasta la campanilla y le reventó la cabeza contra la pared. La barra se llenó de sesos. Sesos de camarero. Sesos gratis. "¡Barra libre de sesos!", exclamó el que afirmaba que se necesitarían crucifijos nuevos. En todos los puertos hay alguien así. Un visionario que vocifera. 

Entonces, un muchacho de tan sólo (¿´?) trece años de edad se acercó hasta el lobo de mar. Lo miró a los ojos y aproximó su mano derecha al bolsillo de su pantalón. Cabeza de Droga no sabía qué podría querer el chaval. Era muy joven, y aparentaba menos edad de la que tenía. Parecía tierno, pero Cabeza de Droga no quería excitarse. Excitarse le recordaba al Pequeño Cerdito Hucha, y eso significaba dolor. Mucho dolor. Además, ya no tenía miembro viril, y excitarse podría ser raro. Estaba maldito. Y todo por culpa del Ferrán Adrià de la neblina. 

El querubín sacó de su bolsillo una libreta pequeña y se la ofreció a Drogenkopf. Éste la abrió y comenzó a hojearla. Estaba llena de autógrafos. Autógrafos de leyendas de los mares. 

-"¿Qué le parece, señor?" - dijo al fin el pequeño. 

-"Mmmm... no sé. Estoy hojeándola" - contestó el insigne marinero, intentando aparentar apatía. 

-"Pero... ¿hojeándola con hache, o sin hache?" - inquirió el joven. 

-"Pues... no sé. En el caso de los libros o similares, eso da igual, ¿no? Cuando se hojea, se ojea, y viceversa. Pienso yo". 

Hans no estaba muy seguro de sus palabras, pero esto no importó al fan de los sicarios de espuma de mar. Al joven le pareció muy atractivo el ver a uno de sus héores divagar sobre la dicotomía hojear-ojear que a él tanto le había interesado desde siempre. 

-"Pero, entonces... ¿quieres que te firme un autógrafo?" - preguntó al chiquillo. 

- "Sí, claro" - contestó éste, muy ilusionado - "Me brillan las pupilas sólo de pensarlo" - y las pupilas comenzaron a brillarle. 

Cabeza de Droga esgrimió entonces un borrón con su nombre en una de las páginas de la libreta del chico, y se dispuso a mostrárselo. 

-"Ah, bueno... vale..." - dijo el joven al verlo. Se notaba claramente decepcionado. 

-"¿Qué pasa, muchacho? ¿No te gusta mi firma?" - quiso saber Hans. 

-"Bueno, sí... pero yo esperaba una dedicatoria" - contestó. 

-"De acuerdo, pero necesitaré saber tu nombre entonces" - quiso saber Grücher. 

-"Me llamo Ulrich, señor. Pero puede llamarme Uli"- conestó el fanático fan. 

"Uli". El nombre retumbaba en la mente de Cabeza de Droga sin cesar. Uli era el nombre del Pequeño Cerdito Hucha...