Siento que nuestras mis cartas hayan podido derivar en una orgía de malentendidos no muy comprendidos. Como habrá podido observar, ya no me dirijo a usted con el “Querido Mr. Jonson” con el que antaño gustaba de deleitarle. Siento que ya no es digno de mis caricias palabras de afecto.
Últimamente me siento muy sensible. Ayer una paloma me cagó en la cara, y un buitre se comió mi hombro derecho, pensando que yo era carroña. ¿Qué voy a hacer ahora sin hombro? ¡Era la mejor parte del brazo! Era lo que hacía que éste estuviese unido al cuerpo. ¿Y cómo voy a grabar bodas, bautizos y comuniones en vídeo, ahora que no puedo apoyar una videocámara profesional en mi hombro derecho? Por suerte, soy zurdo, y además nunca he tenido que grabar una boda, bautizo o comunión. Pero pensaba empezar a hacerlo.
De todas formas, no hay mal que por bien no venga. Ya sabe lo que dicen: un hombro menos significa un sobaco menos. Menos olores desagradables, ¿verdad? Lo malo es que toda mi piel huele a sobaco de burra. Ésa es la única pega. Por lo demás, todo genial, ¿no?
¿Sabe qué? He empezado a contarle a mi madre que me carteo con usted. Está muy contenta de que esté haciendo amigos nuevos. Piensa que entre usted y yo sólo hay amistad… qué inocente… ardo en deseos de fornicarle el alma… ¡Oh, Dios Mío, qué obsceno! Olvide lo último que he escrito, por favor. Mis deidades no me lo perdonarían.
Sin más, me despido de usted con un abrazo de los que se derriten en las manos, y no en las cartas.
Encarnecidamente ¿suyo?
Qadeer
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