domingo, 2 de septiembre de 2012

Los Vengadores del bosque

Una cabaña en medio del bosque. Van cinco superhéroes a pasar el fin de semana: el Increíble Hulk, Thor, La Viuda Negra, Iron Man y el Capitán América. Se llevan sus provisiones: cerveza, vodka, tequila y algo de víveres. LA COSA promete. Y eso que no la han invitado.

Comienzan con el clásico bañito en el lago. Se lo pasan bien. Podría decirse que el Capitán América está condenado al ostracismo por sus compañeros de viaje. Es normal. Es un pringui: se pasa el día jugando con muñequitos de la Segunda Guerra Mundial.

Mientras, la Viuda Negra y Iron Man intercambian miraditas. Iron Man es un picarón, y le gustan las mozas tiernas. El Increíble Hulk y Thor parecen acercarse también. Al Increíble Hulk siempre le han atraído los martillos. Los martillos pilones. Y los pilones sin martillos. Es un tío verde.

Total, que bajan al sótano de la cabaña y encuentran un montón de cosillas interesantes. El Capitán América se agobia. “Chicos, yo creo que deberíamos volver arriba”. Thor le da un capirotazo con el martillo. La Viuda Negra obsequia a Thor con una mirada de desaprobación.


Sobre una mesa hay un libro con dibujos de criaturas monstruosas devorando gente y movidas malrolleras. La Viuda Negra comienza a leerlo. El Capitán América está cada vez más asustado. En el bosque, unos zombis con cuchillos comienzan a aparecer de debajo de la tierra. Lo del libro era un conjuro. Vaya cagada, ¿eh?


Los zombis se acercan. Se oyen sus gemidos. “Abrázame fuerte”, le dice el Capitán América a Hulk. Silencio incómodo. Los zombis comienzan a entrar a través de las ventanas. El primero en caer es Hulk, al que pillan despistado, observando los bíceps de Thor.


Le clavan un puñal al Capitán América en la espalda. Lo dejan tirado en el suelo, como un felpudo hecho con piel de mapache, o como un mapache muerto usado como felpudo. “Dentro de ti hay una estrella”, se dice a sí mismo, agonizando. “Si lo deseas, brillará”. Pero no. Muere.


La Viuda Negra, Thor y Iron Man se van cagando hostias del lugar. Thor y la Viuda Negra se montan a lomos de Iron Man, que sale volando para escapar de las bestias. Se abren camino por el bosque a martillazos, cortesía de Thor. Le encanta reventar cabezas de zombis. Él es así


Van volando a ras del suelo, pues el peso impide a Iron Man planear más alto. “Tenemos que soltar lastre”, dice el hombre de hierro. “Pues yo no me bajo”, dice Thor. “Si no te bajas, te bajo”, contesta el billonario playboy. Duelo de egos. Falos enfrentados. La supervivencia de la picha.


Comienzan a forcejear en el aire. Es raro. La Viuda Negra no se cae. Es muy raro. Dan muchas vueltas en el aire. Ahora es la física y la lógica las que están condenadas al ostracismo. A lo mejor es porque el Capitán América ya no está, y de alguien hay que pasar. Pobre. Dentro de él había una estrella.


Al final Iron Man consigue tirar a Thor por un precipicio. La Viuda Negra y su caballero con armadura creen estar a salvo, pero un zombi atraviesa la garganta del excéntrico millonario y lo deja más tieso que Julio Iglesias en una rueda. Rueda de instrumento de tortura, ¿ok? Rueda de coche NO. No tendría sentido.


La Viuda Negra está sola. Le da una patada en la cabeza al zombi que ha matado a Iron Man. Éste la coge del pelo y la tira a un lago cercano. La Viuda Negra sale del agua con una sierra en la mano. Sierra el cráneo al zombi. Así, como suena. Le sierra el cráneo. Ha vencido.


Comienza a caminar hacia su casa pensando: “Si yo era la única que no tenía superpoderes ni una armadura guay, ¿qué pasa que sólo he sobrevivido yo?”. Entonces aparece de entre la maleza una tipa muy seria, trajeada, que se parece a Sigourney Weaver. Qué disparate.


La tipa le explica a la Viuda Negra que todo ha sido un plan para contentar a unos dioses que leen cómics y que están hartos de las aventuras de siempre de los superhéroes y que querían algo ya distinto, en otro plan. Algo como una película de miedo típica, pero con superhéroes. Algo excitante y novedoso.


La Viuda Negra se ofende. Han jugado con su vida para entretener a los dioses. Eso no mola. La tipa trajeada le dice que ella ha de morir también para que acabe la función. “Hay que completar el ciclo”, dice. “Cerrar las cosas. Es importante. Hay que terminar de fregar los platos”.


La Viuda Negra no entiende muy bien esa última metáfora, pero le da igual. Agarra un palo y le atraviesa el hígado a la tipa extraña con él. Luego le arranca la cabeza de un escupitajo. “A eso le llamo yo fregar los platos”, le suelta. No pilla las metáforas pero luego las usa. ¿Una nueva corriente del analfabetismo, quizás?


La Viuda Negra se va por fin a su casa. Tranquila. Serena. Firme. Con la paz interior que te da el haberle arrancado la cabeza a alguien. Con la satisfacción del trabajo bien hecho, las tareas terminadas. Llega a la cocina. Los platos sin fregar... ¿Capricho de los dioses? Supongo que sí.


A ellos también les gustan las metáforas.


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