viernes, 28 de septiembre de 2012

Correspondencia Mr. Jonson - Qadeer (6/6)

Llega el final de la epopeya. Prepárense para el clímax amoroso. ¡Por fin carta de Mr. Jonson!


Hola,


He recibido tus cartas. Perdona que haya tardado tanto en contestar, pero es que no las había leído. En realidad no pensaba leerlas, ya que con saber que existías y que habías leído mi primera carta me bastaba para sentirme solidariamente realizado. Al final las he leído.

Mucho me temo que ha habido un malentendido. Parece ser que me ves en un sentido en el que yo no te veo a ti. Yo tan sólo quería ser solidario. Ya sabes: tú eres del tercer mundo, yo del primero... Pensé que quizás el carteo serviría para que ambos nos situásemos en un segundo mundo imaginario en el que no hubiera desigualdades. Me equivoqué.

Espero que lo entiendas. Ésta es la última carta que recibirás de mí. También espero que entiendas que cuento con no recibir más correspondencia tuya.

Hasta luego


Nuevamente querido Mr. Jonson:



Cuánto me alegro de que todo haya sido un malentendido. Mi vida se tornaba sombría y miserable al considerar la posibilidad de perder su afecto. Infinitamente peor era pensar que podría haber estado jugando al hoola-hoop con mis emociones. Tanto mejor ahora que sé que mi espíritu de carne de ajopringue no está solo en este agorero y cruel universo.  

Pero en toda historia de amor que se precie hay un amargo giro final que deja a ambos amantes con el culo al aire, y más aún si uno de los culos se deshace al contacto con la más mínima brisa. Me refiero a mis posaderas, claro, aunque sé de muy buena tinta que las suyas tiemblan cada vez que piensa en mi aliento sobre ellas. Oh, Dios… espero no estar ruborizándome. Podría ser peligroso para mi cutis.

Me encantaría mudarme con usted a ese paraíso que llama "Segundo Mundo". Supongo que se trata de un resort que ha alquilado para que estemos a solas. Lo siento, pero no. Tengo que hacerme de desear, y he de declinar la proposición. Quizás algún día.

Así que éste es el fin. Yo lo he decidido así, y así ha de ser. No he estado alimentando mis ideas románticas del amor a base de chutes nocturnos de lecturas de “Romeo y Julieta” y visionados de “Forrest Gump” para nada. ¡Me niego! Sólo terminaríamos juntos si fuésemos Richard Gere y Julia Roberts y estuviésemos en una escalera de incendios y, sintiéndolo mucho, esta escalera de incendios no aguanta más puteros canosos. Lo siento, pero si amar significa no tener que decir nunca “lo siento”, que venga el protagonista de “Love Story” y que me chupe la lepra.

Por ti, por mí, por nosotros, por mi enfermedad y por los cachos de carne del alféizar de mi ventana, abandonados tras largas tardes lluviosas pensando en su sexo, debo decirle hasta nunca, no sin antes dedicarle mi último adiós, con un rimbombante adverbio de los que acaban en “-mente”. Y es que, al final, la mente es lo único que no se nos cae a los leprosos.
                Inexpugnablemente suyo, y para siempre en el tiempo, pero no en el espacio,
            Qadeer

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